No es extraño que las personas que gocen de buen estado físico no contemplen la posibilidad de contratar un seguro de viaje. Esta consulta no suele ser tan directa, más bien sucede por decantación. Expliquémonos: una persona se comunica con una empresa que ofrece seguros de viaje y pregunta cuál es el proceso para asegurar a niños pequeños o ancianos. El representante explica dicho procedimiento, cuáles son los beneficios, los costos, etc. y, cuando el consultante se da por satisfecho, el representante le pregunta si quien se está comunicando para averiguar todo esto no viajará junto con las personas por las que está preguntando. Ante la respuesta afirmativa, el representante pregunta por qué no averiguó para un seguro de viaje que cubra a todos los integrantes del viaje. A esto algunas personas responden que ellos están bien de salud y en estado físico.
Es cierto que los niños pequeños y los ancianos son más propensos a enfermarse durante las vacaciones (simplemente porque siempre se enferman más seguido que los jóvenes y adultos sanos). Ahora bien, la enorme mayoría de las intervenciones en las que se hacen efectivas las coberturas de los seguros de viaje poco o nada tienen que ver con el estado de salud previo sino con problemas traumatológicos, intoxicaciones, enfermedades relacionadas con la fauna local, etc. Por lo tanto, si bien el estado de salud adecuado puede ofrecernos cierta protección, creer que eso es suficiente para no contratar un seguro de viaje es tomar un riesgo exageradamente alto. Por otro lado, muchos países del mundo exigen que todos los turistas internacionales cuenten con un seguro de viaje para permitirles el ingreso al destino elegido.