El seguro de viaje es necesario para todo
viajero, sin distinción. No obstante, si viajamos a un destino que no exige un
seguro de viaje obligatorio para los turistas que quieran visitarlo y nosotros no
queremos contratarlo porque nos parece un gasto innecesario, ése es nuestro
problema. Ahora bien, cuando viajamos con niños pequeños, la responsabilidad es
mucho mayor.
Pero no se trata sólo de una cuestión
moral, sino también de un asunto práctico. Un niño de 1 o 2 años es probable
que tenga fiebre durante el viaje: es así de simple, los chicos pequeños suelen
presentar síntomas de enfermedad muy habitualmente y más aún cuando se modifica
el ambiente y la dieta.
Por mínima que sea la atención médica requerida (ya que en la enorme mayoría de los casos se indican antifebriles y comida liviana, dado que el niño no está enfermo realmente), hace falta un pediatra, quizá algún análisis clínico y un servicio de atención médica que nos permita hacer una consulta por algo tan mundano. En muchos lugares del mundo la atención médica a los turistas, aún en el sistema de salud pública, sólo es cubierta por el Estado en caso de graves accidentes o peligro de muerte: las consultas en consultorios externos no forman parte de la cobertura para turistas. Por lo tanto, hará falta pagar de nuestro bolsillo.
La atención médica es muchísimo más cara que un seguro de viaje; y ni hablar si el paciente requiere un tratamiento con internación. Entonces, por una sencilla cuestión matemático-estadística, contratar un seguro de viaje para nuestras vacaciones junto a niños pequeños no es sólo la decisión éticamente correcta sino la más barata. Exponemos la idea de esta manera brutal para lograr concientizar a aquellos que no toman las precauciones debidas. Probablemente, la mayoría de los lectores no necesiten leer nada de esto para contratar un seguro de viaje por el sólo hecho de que nunca permitirían que su hijo no tenga la mejor atención médica posible.